Ancelotti recibió más preguntas tras la derrota en el derbi (12) que en la previa (11). Igual parece una anécdota, pero no lo es. De cada cien partidos, en 99 el entrenador del Real Madrid suele tener que responder más en el antes que en el después. Señal clara de que lo sucedido ante el Atlético había provocado el primer tachón de la temporada.
Hasta el domingo por la noche en el Metropolitano, el Madrid solo sabía sumar de tres en tres, pero la realidad es que esas cuentas tenían un contexto de tono gris. En Liga, había ganado tres de los cinco partidos (Almería, Getafe y Real Sociedad) tras remontar un gol en contra. Otro, contra el Celta, fue ganado por la mínima y después de encajar un tanto muy tempranero, aunque este fuese anulado por el VAR. Solo en la primera jornada, ante el Athletic en San Mamés, el Madrid ganó con desahogo. Y en Champions, estrenada la pasada semana contra el Unión Berlín, el equipo también se vio obligado a recurrir a la épica al ganar al modesto equipo alemán en el minuto 94.
Los análisis cortoplacistas eran positivos. Bellingham salía a gol por partido, el equipo mostraba ese gen ganador que lleva grabado a fuego en el escudo de su camiseta, el relevo generacional en la medular se consumaba sin dramatismos y todo esto lo hacía sobreponiéndose a las relevantes bajas de Vinicius, Courtois y Militao, seguramente los tres mejores jugadores de la plantilla. Pero una mirada a medio-largo plazo sugería que este Madrid post Benzema aún tenía que tomar la primera curva para saber la calidad del neumático. Derrape. Y serio.
El Madrid se la jugó esta temporada a una plantilla sin ‘9’ top, algo insólito en la historia del club. La decisión está sostenida por la llegada de Mbappé el próximo año, algo que está por ver si tenemos en cuenta los antecedentes de Kylian, pero, aunque fuera que sí, la realidad es que Ancelotti tiene en su plantilla un único delantero centro, Joselu. Buen futbolista, análisis compatible con que ningún madridista, ni siquiera el propio Carletto, hubiera pensado en mayo, cuando Benzema anunció su adiós, que su sustituto sería el gallego.
Este vacío arriba, más la llegada de Bellingham y las renovaciones de Kroos, Modric y Ceballos han obligado a Ancelotti a variar el clásico 4-3-3 por un 4-4-2, con rombo en el centro del campo. Con Mbappé, Kane, o cualquier otro ‘9’ de élite, Carletto no hubiera cambiado jamás el sistema, aunque se venda que se hace para potenciar a Bellingham. Se entiende el relato, pero es más necesidad que convicción. ¿Jude es mejor jugador ahora que en el Borussia? Sí. ¿Vinicius y Rodrygo han bajado enormemente su rendimiento con este nuevo plan? También.
Al pandemónium táctico de Ancelotti tampoco le han ayudado las graves lesiones de Courtois y Militao. La mitad de la columna vertebral, fuera toda la temporada. No parece casualidad que, sin ellos, el Madrid haya encajado cinco de los seis goles en los primeros quince minutos de cada partido, y el sexto antes del segundo cien del segundo acto. Alaba está irreconocible, Fran García es una tubería llena de grietas y el otro lateral izquierdo, Mendy, pasa más tiempo con la bata de la enfermería que de corto. Lucas, sustituto de Carvajal, sufre en una posición que no es la suya y Rudiger hace lo que puede para apagar tanto grifo abierto.
Kepa, el reemplazo de Thibaut, es un guardameta que para lo que hay que parar, pero no hace paradas imposibles. De eso nadie tiene la culpa. Sustituir al mejor del mundo es un marrón. Courtois mete goles con sus guantes, y eso no se le puede exigir a Kepa. Ni a nadie. Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible.
Como parece imposible dejar en el banquillo a Kroos y Modric. Después del 4-0 en el Etihad, en las semifinales de Champions del pasado año, hasta el propio Ancelotti había diagnosticado que esa mezcla ya no funcionaba en partidos mayúsculos. Pues a la primera oportunidad que tuvo, en el derbi, volvió a apostar por ellos: «Buffffff», resoplaba generosamente Ancelotti tras ser preguntado si se arrepentía del once en el Metropolitano. Derrape que deja huella.