el trastorno digestivo de moda

Dolor de estómago, hinchazón, proliferación de gases y una urgencia por ir al baño o todo lo contrario; no visitarlo durante varias jornadas. El sobrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés) ha copado titulares todo el verano, considerada por muchos como «la enfermedad de moda», pero lo cierto es que no es nada nuevo ni ha ocurrido un aumento de casos reales. El SIBO existe, pero no todos los cuadros gastrointestinales con síntomas similares responden a esta afección, advierten los expertos. Las gastroenterólogos alertan de un sobrediagnóstico -en ocasiones, autodiagnóstico- de esta dolencia por falta de mecanismos de detección fiables y avisan de los riesgos: la pauta terapéutica es antibiótico y, si no está bien justificado, puede dañar la flora intestinal y debilitarla.

A raíz del ‘boom’ del SIBO, también ha surgido un mercado que, con la intención de sacar tajada del momento, pretende aprovecharse de pacientes que buscan a la desesperada un diagnóstico de sus dolencias, poniendo a la venta tests para la detección del trastorno a precios desorbitados.

Un desorden joven

El intestino delgado es solo una de las paradas que deben hacer los alimentos durante la digestión. Estos atraviesan esos seis metros de trayecto entre el estómago y el intestino grueso en apenas una hora. Tiempo suficiente para que se absorban todos los nutrientes y dejar que el resto prosiga su camino hasta el colon. A diferencia del intestino grueso -donde conviven millones de bacterias- el intestino delgado se mantiene sin bacterias patológicas, debido a que está siempre en movimiento, cuenta con enzimas protectoras y los ácidos gástricos o la válvula ileocecal hacen de barrera física al final de este túnel digestivo. Si por el contrario se produce un desajuste y crecen múltiples bacterias, el intestino delgado se inflama y pierde su capacidad de absorber los nutrientes, desencadenando a su vez las dolencias relacionadas con el SIBO.

El síntoma principal es el aumento de gases, y dependiendo de cual afecte al paciente se desarrolla una variante distinta con afecciones variables. «Por el momento se han hallado tres, SIBO de hidrógeno, de metano y el de sulfuro de hidrógeno», explica Ana Esteban, doctora especializada en problemas digestivos. El tratamiento cambia para cada uno al igual que la forma de medirlo. El hidrógeno produce diarrea como efecto principal, mientras que los pacientes con el tipo de metano adolecen un estreñimiento severo. El tercero, el de sulfuro de hidrógeno, es el que menos se diagnostica y sus efectos son «casi desconocidos» porque su medición es compleja. «Hasta hace unos meses ninguna prueba lo detectaba con eficiencia», apunta Esteban. Además, puntualiza la experta, la variante de metano debería de tener «una categoría propia», ya que su denominación correcta sería IMO (sobrecrecimiento de metanógenas intestinales) y se trataría de un sobrecrecimiento bacteriano muy distinto. «Este error, que no se tiene en cuenta, demuestra que aún estamos lejos de ser 100% precisos con el SIBO», lamenta Esteban.

El desequilibrio en la microbiota se conoce desde finales de los años 90, cuando las pruebas de ADN permitieron estudiar más a fondo las bacterias que recorren nuestro cuerpo. Sin embargo, fue en torno a 2015 cuando los expertos comenzaron a estudiar el SIBO. «En menos de diez años hemos avanzado mucho, pero aún queda un largo camino por recorrer y el bombo mediático complica mucho el estudio y alerta en exceso», dice Esteban.

Todos los trastornos digestivos tiene una mayor prevalencia en las mujeres, y Esteban lo sabe de primera mano. En su caso, comenzó a investigarlo en 2018 y se especializó en su tratamiento cuando lo padeció en el año 2020, durante el confinamiento. «Me di cuenta de cómo y cuanto te afecta en todos los ámbitos de tu vida, y comprendí la urgencia que tienen los pacientes por aclarar si su caso es SIBO u otra dolencia. Pero lo vivido este verano con los mensajes difundidos en internet es contraproducente y peligroso», expresa.

Peligro en internet

Las redes sociales han disparado la fama del SIBO, con ‘influencers’ y creadores de contenido explicando su caso particular, autodiagnosticándose o recomendando productos para tratar los síntomas. Solo en TikTok, la etiqueta #SIBO acumula más de 547 millones de reproducciones. «El poder de las redes sociales es muy alto y muchas personas están aprovechando esta fuerza para poder influir sobre otros usuarios y así obtener algún beneficio personal o llevar al engaño; el hecho de tener miles de seguidores no te convierte en médico de forma gratuita ni te acredita a dar lecciones sobre temas técnicos específicos», advierte Nadia Chahri, doctora especialista en el aparato digestivo, quien añade que «el mejor ‘influencer’ de la salud es tu médico, quien te va a escuchar y asesorar de forma profesional».

El tratamiento para el SIBO es parecido al del Helicobácter, a base de antibióticos, con tomas de hasta 15 pastillas al día y acompañadas en muchos casos de una dieta estricta. Si una persona sana comienza el tratamiento, puede destruir su flora intestinal o ser inducida a padecer un desorden alimenticio como un TCA (trastorno de conducta alimentaria) o incluso ocultar y agravar una enfermedad que no se ha detectado, explican los médicos. El sobrediagnóstico del SIBO ya lo denunciaba un estudio de 2021 publicado en la revista médica ‘Digestive Diseases and Sciences’, donde lo categorizaban como «un monstruo de muchas cabezas capaz de engullir todo lo que tiene por delante». Por ello, Esteban también incide en la importancia del criterio médico. «Al igual que la sociedad es consciente de que un cáncer no se puede diagnosticar por Instagram, tampoco se debe caer en estas trampas con las enfermedades gástricas».

El problema es grave y hace meses que se alerta desde la comunidad científica. En este caso se han conjugado tres factores que han hecho de este trastorno un ‘boom’: las personas desesperadas en busca de explicaciones a sus problemas, el poder de las redes sociales y los intereses económicos. «El SIBO está de moda, y todo lo que está de moda induce al negocio», explica Miguel R. Gandía, médico especialista en aparato digestivo del Hospital Ramón y Cajal, en referencia a los test de aliento, el método que se usa para detectar este trastorno. Es una alternativa menos invasiva a la endoscopia y mucho más rápida. Incluso, cualquier persona puede realizar la prueba desde casa. Y es en este aspecto donde se ha aprovechado para hacer negocio. Solo basta poner en Google «test SIBO» o «prueba SIBO» para ver una infinidad de páginas de empresas privadas que se publicitan ofreciendo este tipo de productos. La media ronda los 65 euros, pero hay lugares en los que el ‘kit de diagnóstico’ alcanza los 100 euros.

Falsos positivos

En la prueba del test del aliento, el paciente debe ingerir lactulosa -un azúcar sintético- para que las bacterias la fermenten y se genere hidrógeno o metano. Dependiendo de los niveles de estos gases, así como el tiempo en el que se han generado, la prueba indica si se padece o no SIBO. Sin embargo, el personal sanitario está muy descontento con esta prueba, porque provoca muchos «falsos positivos». «Al final lo que mide es el tiempo hasta que aparece hidrógeno/metano en el aire, sin tener en cuenta que hay pacientes con tránsito acelerado o con síndrome del colon irritable que con más facilidad van a dar un falso positivo» ,advierte Gandía, que añade que «los test llegan a fallar casi en el 50% de las ocasiones».

Chahri explica que hay otros factores que pueden afectar a la fiabilidad de los resultados, como «la existencia de diferentes dispositivos de recogida de muestras, los antecedentes médicos del paciente, si ha realizado la preparación previa a la prueba de forma correcta o si ha sido capaz de realizar bien la técnica de recogida. También influye la interpretación de los resultados que debería realizar siempre el personal cualificado».

A las clínicas de ambos médicos han llegado varios pacientes que han realizado estos test en sus casas, tras ser convencidos de que padecen SIBO y haber pasado por caja para adquirir un test de aliento. «El incremento de los casos responde a un sobrediagnóstico debido a un autodiagnóstico. No hay un aumento real, es todo culpa de la facilidad con la que se adquiere un test sin prescripción médica», explica Chahri.La doctora también indica que el SIBO «no es una enfermedad, sino una consecuencia o una complicación secundaria a una enfermedad digestiva o trastorno de base», por lo que es muy raro que una persona aparentemente sana sufra sobrecrecimiento bacteriano. Así, surge cuando el paciente arrastra otros males pasados. El abuso de fármacos también puede generar este trastorno, así como sufrir episodios de estrés o cambios nutricionales, indica Gandía.

Dieta FODMAP

Desde el punto de vista nutricional, para aquellos pacientes que están en un tratamiento enfrentando al SIBO, se recomienda seguir un alimentación específica: una dieta baja en FODMAP. Con ella se pretende reducir la presencia, de forma temporal, de aquellos alimentos con tendencia a provocar una liberación de gas y con ello reducir su presencia dentro del intestino delgado. «No existe una receta milagrosa, ni una dieta en concreto que elimine el SIBO, para eso están los antibióticos, pero puede ser un complemento ideal», señala Sara Jiménez, nutricionista y dietista.

‘Los reyes de los FODMAP’, según Ana Esteban, son el ajo, la cebolla, la manzana o legumbres como el garbanzo. «Son los pesos pesados», detalla Esteban, alimentos que incluso a gente sin problemas gastrointestinales les cuesta trabajo digerir. «Todos, por un motivo u otro, fermentan mucho y eso provoca que, durante la digestión, se formen más gases», explica.

Sin embargo, Jiménez alerta por su parte que no hay ningun alimento en específico que provoque SIBO y no hay que inducir a error ni pensar esto por eliminar, de manera temporal, algunos de ellos de nuestras comidas. «No se deben demonizar alimentos. Durante el tratamiento el afectado se encuentra en una fase restrictiva, y poco a poco debe volver a reintroducir todo lo que ha dejado fuera de su dieta». El objetivo final es que la persona con SIBO pueda comer la gran mayoría de alimentos disponibles.

En cuanto a la duración, siempre va a depender de cada caso y su sintomatología. De manera general, se recomienda la fase restrictiva de una a ocho semanas, y dependiendo de los síntomas, de cómo se encuentre la persona, se comienza la introducción de alimentos. Lo más importante es que el tratamiento siempre debe ir pautado y supervisado por un dietista-nutricionista especializado. «Hay que huir de los consejos y dietas que se recomiendan en las redes sociales, porque lo que le funciona a uno puede ser perjudicial o inservible para otro», añade Jiménez. Aún siendo beneficiosa la dieta, los expertos coinciden de nuevo en que «solo la dieta no te va a curar un SIBO», y que siempre se debe priorizar el tratamiento que ha indicado el profesional sanitario.