«Eran las 18.00 horas del 14 de agosto de 2018. Yo me encontraba tirado en la cama, recién llegado del ABC de Sevilla después de nueve intensos días seguidos trabajando mientras mi mujer estaba de vacaciones en Matalascañas con sus padres. Nos llamamos y me pidió que me fuera con ellos aunque sólo fuera un día, ya que se volvían al día siguiente con el cambio de quincena. Yo no tenía ganas y quizás fue el error más grande de mi vida.
»Pasaban los minutos y seguía tirado en la cama. Mi cuerpo estaba muy cansado, pero mi mente me pedía salir a hacer deporte. Cuando me decidí, cogí las cosas de deporte y me subí en mi moto para ir al gimnasio. Pero justo cuando pasaba por la tienda de motos de mi familia, vi algo raro. Mi hermano mayor discutía con varias personas y me paré para saber qué había pasado. Cuando llegué, mi hermano mayor me dijo que mi hermano pequeño, que entonces tenía un problema de ludopatía, se había metido en un lío. Había pedido dinero a un prestamista e intentó conseguir dinero fácil a través de un lotero y tres personas más. Luego intentó cambiar un dinero con esas personas en un chalé del distrito de Montequinto, Dos Hermanas, y se lo robaron esa misma tarde varios encapuchados que iban armados y que se hicieron pasar por policías.
»De esa casa se fueron hacia el taller de motos de mi familia, donde hablaron de lo sucedido e intentaron buscar una solución. Aparecí yo, discutí con mi hermano pequeño y, por mi carácter, intenté empatizar y mediar con todos. Además del dinero, a todos les habían robado su teléfono móvil. Por eso, al lotero, a quien no conocía de nada, le dejé el mío, como se ve en unas cámaras de seguridad. Me dijo que necesitaba llamar a su mujer, ya que desde las ocho de la mañana que había salido de su pueblo, Écija, no sabía nada de él y podría estar preocupada. Era mentira. Como se recoge en un auto judicial, el lotero ya había comunicado a su mujer a las 17:40 horas su presunto secuestro».
Cronista de sucesos
Lo revive Álvaro García Ruiz, un periodista sevillano ahora absuelto de todos los cargos, que ese «maldito día» de agosto fue detenido y engrilletado en el suelo por la Policía Nacional junto con otras nueve personas; dos de ellas, sus hermanos. Todos ingresaron en prisión por orden judicial acusados de detención ilegal, lesiones, extorsión y amenazas graves.
Álvaro, que tenía 27 años y una prometedora trayectoria como cronista de sucesos, estuvo tres días con sus dos hermanos en el calabozo de una comisaría y 22 más como preventivo en la cárcel de Sevilla I. «Fue muy doloroso. Me intentaba adaptar y pasar desapercibido, pero era difícil cuando eres un periodista de sucesos y has escrito sobre muchas de las personas que estaban dentro de la prisión. Y, sobre todo, cuando los funcionarios te enseñaban en sus teléfonos móviles todo lo que se publicaba de ti. Eso fue lo más duro. Cuando tu familia estaba sufriendo fuera y tú no podías hacer nada para defenderte».
«Mala investigación»
Álvaro tiene claro que el lotero denunció su secuestro porque «estaba cometiendo blanqueo de capitales. Pero el problema fue que se llevó a inocentes por delante»
Recuerda perfectamente el segundo día en el centro penitenciario, cuando un funcionario le preguntó si él era el que aparecía en las noticias que circulaban por internet: «Cuando leí todo, me derrumbé literalmente. No tenía contacto con mi familia todavía. En ese momento, noté el cariño de gente en prisión que no conocía, pero que, con sólo mirarte a la cara y ver lo que estabas pasando, confiaban en ti, te animaban. También me ayudó mucho tener a mis hermanos junto a mí dentro de la cárcel».
«Barbaridades»
Su esposa estaba embarazada de la primera hija de la pareja, mientras que a Álvaro lo abandonaron entonces muchos amigos y periodistas, que además publicaron «barbaridades». Por ejemplo: que si la Policía investigaba si era un infiltrado de la organización criminal en ABC de Sevilla para tener información de primera mano que sirviera a la banda a la que supuestamente pertenecía. O que su mujer estaba embarazada y el periodista buscaba más dinero para sostener la familia…
«Cuando ves a algunos de tus compañeros publicar tus fotos sin tu consentimiento, acusarte de ser un secuestrador, un torturador y hasta de estar infiltrado en el medio de comunicación en el que trabajaba por conseguir un puñado de visitas en una web… Me acusaron directamente; no hubo ningún presunto o algo que me separara de la palestra. Todo lo contrario. Me juzgaron antes de tiempo. Nadie esperó a saber qué sucedería. Quizá el morbo les motivó más que una simple sentencia de absolución. Destrozaron a mi familia, destrozaron mi carrera y destrozaron mi honor».
Después de 25 días entre rejas y 1.776 noches de pesadilla, el pasado 26 de junio el Ministerio Fiscal y la acusación particular retiraron la acusación contra él. «De no haber sido así, yo habría ido a juicio, a pesar de jugarme los once años de cárcel que me pedían. El motivo era sencillo: no cargaría con la culpa de algo que no había sucedido y ni mucho menos iba a llegar a un pacto, como sí llegaron los otros acusados. Mi cabeza y mis valores preferían asumir volver a prisión, si era necesario, antes que llegar a un pacto con el ‘diablo’».
Lo fácil es escribir que, ese fatídico 14 de agosto de 2018, Álvaro estuvo en el lugar inapropiado a la hora inoportuna. «Me lo han dicho muchas veces, pero yo me quedo con las palabras de mi abogado cuando todo pasó: él piensa que estuve en el momento adecuado para que mi hermano pequeño no fuera a peor».
La resolución judicial llegó cuando estaban a punto de cumplirse cinco años de una «pesadilla que todavía sigo viviendo». «Yo perdí 22 días en prisión y tres en el calabozo, además de cinco años esperando un juicio que ha marcado mi carrera», se lamenta amargamente.
Álvaro ha intentado recuperar su profesión, pero sigue señalado en internet, acusado falsamente de secuestro; «barbaridades» que su familia sigue leyendo y que «me están cerrando la puerta laboralmente como periodista. Llevo años esperando una oportunidad, pero estoy marcado». Por eso se ha tenido que reinventar y trabaja como comercial en una empresa de autocaravanas.
Un libro
Ahora, a sus 33 primaveras recién alcanzadas, está escribiendo su historia para recogerla en un libro. La idea se la dio un tal José Vargas el segundo día en el calabozo, cuando vio a Álvaro llorando, angustiado, con taquicardias… «Oye», le dijo, «tú eres periodista, tienes que hablar de esta injusticia; escribe un libro». Luego en la cárcel, el cabo del módulo de observación –un preso de confianza al que llamaban ‘el Vaca’– le preguntó qué necesitaría para estar bien anímicamente. «Un bloc de notas y un bolígrafo para desahogarme», respondió. Y comenzó a escribir su día a día cuando se metía en el ‘chabolo’, junto a la ventana, a pesar del calor. Pero ahora le está costando, «me está doliendo mucho», trasladar esas anotaciones al ordenador.
Sin perder la compostura, habla de una «mala investigación» policial y tiene claro que el lotero denunció su secuestro porque «estaba cometiendo blanqueo de capitales. Pero el problema fue que se llevó a muchos inocentes por delante». Álvaro fue uno de ellos y todavía está restañando una hemorragia muy grave: su dignidad. «Finiquitado el libro –cuenta–, sería cerrar una herida que me ha hecho mucho daño».