En medio de la crisis sanitaria derivada de la pandemia de coronavirus, China ha dado un giro a su relación con América Latina. Por primera vez en 16 años, sus dos principales bancos de desarrollo, el Banco de Desarrollo de China (CDB) y el Banco de Exportación e Importación de China (Chexim), no proporcionaron ningún financiamiento a los gobiernos de la región. en 2020; cero dólares, según datos recopilados por el Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston y el centro de análisis del Diálogo Interamericano. Las empresas chinas, por su parte, fortalecieron sus inversiones en infraestructura, especialmente en la vía de distribución eléctrica, y la demanda de materias primas siguió aumentando, a pesar de que Pekín se comprometió a principios de 2020 con Estados Unidos a incrementar las compras. de productos. Estadounidenses hasta 200.000 millones de dólares (unos 164.540 millones de euros) en los dos años siguientes.
La falta de créditos para el desarrollo no significa necesariamente el fin de la relación entre China y la región, argumentan los informes, sino «una transición hacia un compromiso más concentrado con dos sectores clave para Beijing: infraestructura y materias primas».
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De hecho, la financiación del CBD y Chexim alcanzó su punto máximo en 2010, con una contribución de 36.600 millones de dólares (unos 30.295 millones de euros). A partir de ahí, la financiación se ha reducido significativamente, excepto en 2015, que alcanzó los 21.500 millones de dólares. En 2019, los bancos de desarrollo proporcionaron solo 1.100 millones a la región en su conjunto. Sin embargo, como recuerda Jorge Malena, profesor de la Pontificia Universidad Católica Argentina y presidente del grupo de trabajo sobre China del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales, el financiamiento de China a la región ha superado con creces el ofrecido en el mismo período de tiempo para ambos. el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Covid-19 también ha cambiado la política de ayuda de China, que tradicionalmente no formaba parte de su relación con América Latina. China envió apoyo directo y en forma de equipos sanitarios por valor de 214 millones de dólares, casi la mitad de esa cantidad destinada solo a Venezuela (100 millones). La diplomacia de la máscara, la han llamado algunos expertos; la Ruta de la Seda de la Salud, la ha rebautizado como Beijing.
Una Ruta de la Salud en sentido amplio que incluye, por ejemplo, donaciones de tecnología de Huawei a determinados países de la región para ayudarles a afrontar la pandemia, como sensores de imagen para tomar la temperatura de los viajeros en el aeropuerto de Ezeiza (Argentina), o sistemas auxiliares. para el diagnóstico de covid-19 en hospitales de Quito (Ecuador) o República Dominicana.
La crisis sanitaria le ha dado a China la oportunidad de asumir un papel más importante en la región y la ha aprovechado. Desde 2016, explica Margaret Myers, directora del programa Asia y América Latina del think tank Diálogo Interamericano, China ha tratado de desarrollar una política hacia la región destinada a compensar las deficiencias de los planes de Estados Unidos. Eso ha llevado a Beijing, continúa Myers, a fortalecer su papel en cuestiones relacionadas con el comercio multilateral, el cambio climático y las energías renovables. “Las empresas chinas anunciaron proyectos en 2020 por más de 12.000 millones de dólares, aunque la mayoría están paralizados debido a la pandemia”, dice Myers. En estos difíciles meses, el presidente chino, Xi Jinping, ha mantenido un estrecho contacto con sus homólogos regionales, recuerda Jorge Malena, y se han realizado varias reuniones en formato virtual entre los cancilleres latinoamericanos y Wang Yi, el canciller. China, en el marco del Foro China-Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) creado en 2014 por iniciativa de Beijing.
Como resultado de esta cooperación sanitaria y económica proporcionada, China ha fortalecido su presencia en la región, según el profesor Malena. «Como consecuencia de esta creciente relación multidimensional entre China y América Latina, el conflicto estratégico entre Washington y Beijing se ha extendido a la región», agrega. No en vano, la principal política de la anterior Administración estadounidense hacia América Latina estuvo encaminada en los últimos cuatro años a contener la creciente presencia e influencia regional del gigante asiático. Con relativo éxito en muchos casos.
El caso de Ecuador
Un buen ejemplo de esa batalla clandestina que libran China y Estados Unidos en América Latina es Ecuador. En los últimos años, Beijing ha desarrollado, no solo en América Latina, una política de prestamista de última instancia para países con economías en problemas. Este ha sido el caso de Ecuador, pero también el de Montenegro o Angola, entre otros. Según datos del Banco Mundial, recogidos por la Universidad de Boston, el 63% de la deuda bilateral oficial de los países más pobres con los países del G20 se le debe a China, por un monto aproximado de 112.000 millones de dólares.
Luego de la crisis financiera de 2008, Ecuador suspendió los pagos y su entonces presidente, Rafael Correa, decidió recurrir a China, que no requería de los planes de ajuste fiscal ni de sostenibilidad de la deuda para realizar el desembolso requerido por el Fondo Monetario Internacional y al que parte de ese El financiamiento se pagó en barriles de petróleo. Con la crisis desatada por la pandemia en 2020, Ecuador buscó un aplazamiento de pagos y una nueva línea de financiamiento, con lo que la deuda del país con Pekín ya representaba el 78% de su deuda externa. El acuerdo lo obligó a vender los barriles de petróleo a China a un precio por debajo del mercado, lo que a su vez redujo los ingresos del país y volvió su situación financiera más insostenible. A mediados de enero, Estados Unidos, a través de su Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo, llegó a un acuerdo con el Gobierno de Quito. Washington acordó prestarle $ 3.5 mil millones para reemplazar parte de su deuda externa, incluida la de Beijing, con la condición de que el país andino excluya a las empresas chinas de su desarrollo de redes de telecomunicaciones 5G.