La prevalencia de insomnio crónico se ha duplicado en España en las últimas dos décadas, Según los datos de un estudio liderado por la Sociedad Española de Sueño (SES), el insomnio crónico ha pasado de afectar al 6,4% de la población adulta en el año 1999 a hacerlo sobre el 14%, lo que supone que 5,4 millones de personas sufren este trastorno del sueño en España.

Los resultados ponen también de relieve que la prevalencia del trastorno insomnio crónico es mayor entre las mujeres que entre los hombres (14.6% vs 13.4%), así como entre los adultos mayores de 55 años (17.9%) que entre la población más joven. La prevalencia, de hecho, baja hasta el 11.5% en los adultos de entre 35-54 años, y hasta el 11% en el grupo de población entre 18 y 34 años.

El último estudio que se había realizado, llevado a cabo en los años 1998-1999, encontró que el 6,4% de la población española adulta cumplía los criterios diagnósticos de trastorno de insomnio crónico, un trastorno del sueño caracterizado por dificultades para dormir con consecuencias diurnas al menos tres días a la semana que se prolongan durante al menos tres meses y que no se explica por un entorno inadecuado, tiempo insuficiente para dormir, o la existencia de otros trastornos del sueño u otras enfermedades.

La nueva investigación liderada por miembros del grupo de trabajo de Insomnio de la SES, publicada en la revista ‘Sleep Epidemiology’ y presentado en XXXI Congreso de la SES, ha encontrado que esas cifras se han más que duplicado en las últimas décadas.

Los datos del estudio se han obtenido a través de una encuesta telefónica realizada a más de 2.000 personas que constituían una muestra representativa de la población española mayor de edad y de la que se excluyó a quienes realizaban trabajo en horario de noche.

«Esta alta prevalencia del trastorno de insomnio crónico requiere una profunda reflexión sobre las causas de esta situación, y la adopción de medidas preventivas y terapéuticas. El insomnio tiene un efecto negativo sobre la calidad de vida, se relaciona con problemas de salud médica y mental, y tiene un impacto económico adverso tanto a nivel laboral como sanitario, donde los costes indirectos superan a los directos, por lo que suelen pasar desapercibidos», señala Manuel de Entrambasaguas, neurofisiólogo experto en medicina del sueño del Hospital Clínico de Valencia y autor principal del estudio.

¿Es el responsable el estilo de vida propio de sociedades desarrolladas? Este experto señala que hay que «investigar, por ejemplo, sobre desigualdad y precariedad laboral, sobre conciliación familiar, sobre jornadas laborales largas o en horarios disruptivos, sobre soledad, sobre crispación social, o sobre la irrupción masiva del smartphone con su oferta continua de entretenimiento e información. En conjunto es importante saber si podemos y sabemos desconectar y encontrar tiempo para la reflexión, la realización personal, el autocuidado y las buenas relaciones interpersonales».

Los resultados del estudio muestran además que la prevalencia del trastorno insomnio crónico es mayor entre los adultos mayores de 55 años (17.9%) que entre la población más joven. La prevalencia, de hecho, baja hasta el 11.5% en los adultos de entre 35-54 años, y hasta el 11% en el grupo de población entre 18 y 34 años.

«La mayor prevalencia en las personas ancianas se atribuye al deterioro normal del sueño por el envejecimiento, a la presencia de enfermedades crónicas, y a la pérdida de sincronizadores del ritmo circadiano por aislamiento o sedentarismo».

En cuanto que es más elevado en mujeres, Entrambasaguas señala que se sospecha de la influencia de factores socio-económicos y de una mayor vulnerabilidad a problemas físicos que causan dolor y a problemas de salud mental.

Sin embargo, advierte, quienes peor duermen y tienen más consecuencias diurnas son los jóvenes, «pero como este problema no tiende a cronificarse y no se medican, su prevalencia a nivel trastorno es la más baja. Además, algunos podrían sufrir otros trastornos del sueño no diagnosticados, como sueño insuficiente o retraso de fase del ritmo circadiano».

Infradiagnóstico

Los datos inducen a sospechar que hay muchas personas con trastornos del sueño no diagnosticados y por tanto no tratados, así como personas con síntomas de insomnio que no se han diagnosticado correctamente y que, por tanto, no han recibido el tratamiento adecuado. Y aquí se lamenta que «en el sistema nacional de salud es escaso el número de unidades multidisciplinares de trastornos del sueño. Parte de este problema está en la falta de transversalidad en la atención sanitaria, basada en especialidades que no se comunican todo lo necesario entre sí, y en la falta de profesionales».

En cuanto a las terapias, el estudio muestra que el 9.3% de las personas entrevistadas refirió tomar medicación con receta para dormir, siendo los fármacos más consumidos los ansiolíticos – lorazepam, diazepam, lormetazepam y zolpidem-.

«Estos fármacos pueden ser problemáticos en las personas mayores, que son sus principales consumidores, por asociarse a un mayor riesgo de caídas y de deterioro cognitivo. Un dato interesante del estudio es que el tratamiento farmacológico no era eficaz en el 25% de las personas que los consumían, ya que seguían durmiendo mal, mientras que el 18% pensaba que no tendría problemas para dormir si no tomara esa medicación, pero la continuaba tomando. Estos datos alertan sobre la falta de seguimiento y control de estos tratamientos», asegura el doctor Entrambasaguas.

Además, advierte, las cifras de prevalencia presentadas proceden de 2018-19 y reflejan la situación previa a la pandemia de la Covid-19, cuyo impacto ha provocado un incremento notable en el consumo de fármacos hipnóticos-sedantes y de fármacos ansiolíticos, lo que sugiere que la prevalencia del trastorno de insomnio crónico en España ha podido superar ya el 14% obtenido en 2018-2019.

En todo caso, el coautor del estudio ha remarcado que el tratamiento de inicio recomendado para cualquier persona adulta con trastorno de insomnio crónico es la terapia cognitivo-conductual (TCC-I), que es el tratamiento que ha mostrado mayor eficacia incluso a largo plazo que los fármacos habitualmente empleados en el tratamiento del insomnio y, además, sin sus efectos secundarios.

«La TCC-I es un sistema de tratamiento con distintos componentes, que incluye la educación, con información fiable sobre el sueño fisiológico y el insomnio, la higiene del sueño, que tiene que ver con adoptar rutinas y entorno que favorezcan el sueño, y las terapias de relajación», añade.