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La ms rentable de las sagas que ha dado el cine espaol vive una imposible (y falsa) tercera parte ahogada en buena medida por su evidente obsesin de divertir sin molestar

Imagen de 'Ocho apellidos marroqu
Imagen de ‘Ocho apellidos marroqus’.

En un momento dado de la pelcula dirigida por lvaro Fernndez Armero le preguntan a su protagonista si es vasco justo despus de afirmar que procede del norte de Espaa. l contesta que no, que l es «del Norte bueno». Para situarnos, el que responde, al que da vida Julin Lpez, es profesor de golf en un pueblo de Cantabria que atiende al nombre de Pelayos y no hay centmetro de su vestimenta que no luzca el color rojigualdo (s, es ya un color) en forma de cinturn, pulsera, estampado, dobladillo o, llegado el caso, bandera-capa incluso. ste es, en efecto, el tono y, ya que estamos, la diana.

La apuesta es, como poco, arriesgada. No diremos imprudente, aunque, visto lo visto en Ferraz, empieza a serlo. Ya lo era la idea que animaba la pelcula (o la saga a su pesar) ideada por Borja Cobeaga y Diego San Jos bajo la direccin de Emilio Martnez-Lzaro de la que sta ms que continuacin o secuela no es ms que simple, algo caradura y muy oportunista ‘nosesabequ‘. Entonces se trataba de jugar con los arquetipos regionales o nacionales (segn el compromiso con el estatuto de autonoma) de manera a la vez deslenguada, irreverente y alegremente procaz, pero de forma, digamos, transversal. Todos quedbamos de alguna manera aludidos. Por entonces (la primera entrega data de 2014), las trincheras ideolgicas apenas eran de un palmo y la distancia que mediaba entre la gracia ofensiva y el chiste blanco e inane (conocido como ‘buenista‘ en los crculos ms combativos) era amplia. Ya no es as. Ahora no es que se haya estrechado el margen, que tambin, sino que el caos es tal que lo comn es ofenderse por la censura que no censura a los que nos censuran. Es as. Cmo hemos cambiado!

As las cosas, y para entendernos, Ocho apellidos marroqus‘ se re de la derecha espaola. O eso pretende. Se puede disimular y afirmar que, en verdad, el objeto de la comedia son los prejuicios de clase asociados al privilegio, el impuesto de patrimonio, la tradicin o la clase. Pero eso, adems de alargar la frase innecesariamente, es ridculo. La pelcula ahora firmada por lvaro Fernndez Armero, y con ni uno solo de los actores de las cintas ms taquilleras del cine espaol en el reparto, de lo que se mofa es de buena parte de los ‘tics‘ ritualizados por la gente clasificada como pija. Podra haberlo hecho de, por ejemplo, los ‘perroflautas‘, pero no, ha elegido a los ‘rojigualdos‘, que, como decamos, no solo es un color, sino en un color de piel.

En verdad, y antes de arrancarnos a garrotazos en los comentarios, se trata de una opcin tan vlida (o no) como otra cualquiera. En principio, todo el mundo debera tener el derecho a rerse de todo. Es ms, debera ser una obligacin. El problema es el cmo, no el qu. Y es aqu donde ‘Ocho apellidos marroqus‘ sin naufragar, tampoco llega a puerto como debiera. La idea es hacer gracia, pero sin herir; araar la conciencia, pero sin hacer sangre. Es decir, como el producto (s, producto antes que pelcula) comercial que es, en su ideario est el gustar a todos. Y eso, dado el momento y el lugar, es ya completamente imposible. Y claro, sin ser lo que quiere ser no alcanza a ser lo que podra haber sido. No s si esta ltima frase tiene sentido.

Se cuenta la historia de una herencia. Un rico conservero (Antonio Resines) muere y deja a su familia la fbrica y, sorpresa, una hija en Marruecos (Mara Ramos). Hasta all irn la viuda (Elena Irureta), la hija (Michelle Jenner) y Julin Lpez en el papel del novio de alguien (no queda claro de quin hasta el final). Lo que sigue es una comedia romntica adornada con una sucesin ms o menos ininterrumpida de chistes sobre ‘fachalecos‘, cuscs y mocasines. Algunos, la verdad, son buenos (como se desquiciadamente pagano que confunde mezquitas y kebabs) y es aqu donde brilla la mano del guionista Daniel Castro. Pero, nos pongamos como nos pongamos de condescendientes, resulta imposible sustraerse durante todo lo que dura el metraje a lo ms notorio: la sensacin de miedo, el cuidado extremo hasta el agarrotamiento de una comedia que, definitivamente, no se atreve. Lstima.

Eso s, queda demostrado que el rojigualdo es un color. De chaleco y de piel.

Direccin: lvaro Fernndez Armero. Intrpretes: Julin Lpez, Michelle Jenner, Mara Ramos, Elena Irureta. Duracin: 97 minutos. Nacionalidad: Espaa (claro).